viernes, 5 de junio de 2015

PADAUNG (cuello de jirafa)




PADAUNG


Las padaung ('mujeres de cuello de jirafa') forman parte del grupo étnico o tribu Kayan, Karen o Karenni, una de las minorías étnicas tibeto-birmanas de Birmania que se compone aproximadamente de 7.000 miembros y pertenecen al estado Shan.
Durante la década de 1990, debido al conflicto con el régimen militar de Birmania, muchos miembros de la tribu huyeron a Tailandia.1 Padeciendo los conflictos al ser una zona fronteriza, estos pueblos estaban dispuestos a sobrevivir con las limosnas que recibían de los turistas que pagaban por observar a dichas mujeres que tienen un adorno de latón en espiral que rodea su cuello. Este, desde la edad de cinco años, va presionando poco a poco la clavícula hacia abajo mediante la adición de anillos, haciendo que parezca que tienen el cuello más largo.1
Según estudios antropológicos, se intuye que dicho abalorio les sirve para evitar mordeduras de tigres. Esta teoría no es aceptada en Tailandia porque los tigres no discriminan por género en sus ataque y los hombres de esa tribu no llevaron nunca ninguna protección. También se dice, entre otras conclusiones, que con ese elemento alrededor del cuello se afea a las mujeres y así se evita que sean esclavizadas por otras tribus. Pero todas son teorías no confirmadas.
El Gobierno birmano trató de hacer desaparecer esta costumbre, intentando cambiar la imagen de país poco desarrollado. Por ello, muchas mujeres rompieron la tradición, pero viendo que los turistas en los últimos años van buscando a las famosas mujeres de cuello de jirafa y que es un negocio rentable no han permitido que se pierda la tradición.
Lo que en realidad es rentable no es solo la apariencia sino la laboriosidad de las mujeres de la tribu, que elaboran bellísimas telas a telar fabricando chalinas o bordando con punto cruz minúsculo telas que utilizan para confeccionar gorros, carteras, monederos u otros elementos.



Refugiadas. Después de fallar en mis intentos, llegó a mis oídos que un grupo de mujeres kayan se habían instalado en una aldea de Tailandia, cerca de la frontera. Me dirigí a la provincia de Mae Hong Sohng y permanecí tres días en la aldea, situada cerca del río Pai. Las autoridades tailandesas toleraban el grupo de refugiados y les permitía llevar a cabo cierta actividad comercial. Los agentes de viajes de Tailandia ya habían comenzado a organizar excursiones a la aldea de las mujeres jirafa de Myanmar. Incluso los mismos kayan y el Gobierno karenni en el exilio reconocían el potencial comercial de esta nueva tribu de las montañas.
Muy pronto comenzaron a llegar grupos de turistas. Los gruesos collares que emplean las mujeres kayan para estirarse el cuello eran los causantes de tanto interés. Los turistas se peleaban por hacerles fotos y un guía karenni respondía a las típicas preguntas de los curiosos. Era obvio que los guías adornaban la historia de los collares para fomentar el interés de los visitantes.
Si bien era una gran ocasión para fotografiarlas -las cuatro mujeres del campamento estaban más que dispuestas a continuar con sus quehaceres diarios mientras los intrusos sacaban foto tras foto-, la aldea no era lo que se dice tradicional, según los propios criterios de los kayan; el hecho de que las mujeres llevaran relojes de pulsera y pañuelos de colores brillantes junto con sus trajes tradicionales era claLas autoridades tailandesas toleraban el grupo de refugiados y les permitía llevar a cabo cierta actividad comercial. Los agentes de viajes de Tailandia ya habían comenzado a organizar excursiones a la aldea de las mujeres jirafa de Myanmar. Incluso los mismos kayan y el Gobierno karenni en el exilio reconocían el potencial comercial de esta nueva tribu de las montañas.
Muy pronto comenzaron a llegar grupos de turistas. Los gruesos collares que emplean las mujeres kayan para estirarse el cuello eran los causantes de tanto interés. Los turistas se peleaban por hacerles fotos y un guía karenni respondía a las típicas preguntas de los curiosos. Era obvio que los guías adornaban la historia de los collares para fomentar el interés de los visitantes.
Si bien era una gran ocasión para fotografiarlas -las cuatro mujeres del campamento estaban más que dispuestas a continuar con sus quehaceres diarios mientras los intrusos sacaban foto tras foto-, la aldea no era lo que se dice tradicional, según los propios criterios de los kayan; el hecho de que las mujeres llevaran relojes de pulsera y pañuelos de colores brillantes junto con sus trajes tradicionales era clara prueba de que se trataba de un montaje.
Las autoridades birmanas se percataron del interés de los medios de comunicación por el grupo y solicitaron su repatriación al Gobierno de Tailandia. Lo que al final se produjo, no sin que antes un astuto empresario tailandés llevara a un par de estas mujeres por avión a Bangkok, donde las empleó como reclamo publicitario en la apertura de un supermercado. Incluso un equipo de filmación de una cadena japonesa pidió al Gobierno de Tailandia autorización para presentarlas en Japón, aunque les denegaron el permiso.
Yo visité la aldea en tres ocasiones, y cada vez permanecí varios días. Con cada visita poco a poco se iban rompiendo las barreras a las que se enfrentaba el típico turista, y con el tiempo llegué a sentir que las sonrisas de estas mujeres eran sinceras. Ninguno de los kayan exiliados en Tailandia habla inglés, de modo que toda la información sobre ellos, así como su historia, proviene de los guías nombrados por el Gobierno karenni. Por consiguiente, escuché distintas interpretaciones de la historia de los kayan y de la tradición de los collares.
No obstante, en mi última visita, en marzo de 1990, pude hablar con el padre Angelo Dei Meoy y con monseñor Gabbiato. Ambos son sacerdotes italianos que llevan 40 años en Myanmar trabajando en el estado de Kayah. Conocen los idiomas que se hablan en Kayah, de modo que pudieron darme información sobre la cultura de los kayan.
Para empezar, me aclararon que las mujeres no comenzaron a llevar sus típicos collares para protegerse de los ataques de los tigres, lo que parece lógico, ya que los tigres suelen lanzarse al cuello de sus víctimas, y los propios sacerdotes me confirmaron que se han producido casos de mujeres muertas tras ser atacadas por tigres mientras recolectaban leña en el bosque.
Por otro lado, tampoco habían escuchado nunca la historia de que empleaban los collares para evitar ser esclavizadas por los asaltantes birmanos, ya que, su gran peso, les impide realizar tareas pesadas, lo que reduce su valor como esclavas. Los sacerdotes italianos me aseguraron que, pese a sus adornos, las mujeres kayan eran muy trabajadoras.



Muestra de riqueza. Monseñor Gabbiato me dijo que los collares se consideraban joyas. Cuanto más largos, mayor el atractivo de la mujer, puesto que, aparte de resaltar la belleza de quien lo llevaba, era prueba de que provenía de una familia rica.
Hoy en día, quedan unas 120 mujeres kayan que llevan collares enteros, así como aros en las manos y en los pies. Muchas de las más jóvenes sólo llevan algunos collares, puesto que no se deciden a llevar una carga de más de diez kilos en adornos por el resto de la vida.
Una mujer kayan llegó a ponerse 27 collares, una marca todavía inigualada, que pesaba unos nueve kilos y que estiraba su cuello unos diez centímetros. En un artículo de National Geographic, publicado en 1979, se mostraba la radiografía de una mujer kayan, en la que se apreciaba que los collares no aumentaban la separación entre las vértebras del cuello, sino que oprimía hacia abajo la clavícula y la cavidad de las costillas, creando así el efecto de un cuello muy estirado.
Hoy en día, sólo un puñado de ancianas kayan conoce la técnica para cambiarse los collares, lo que suele hacerse en celebraciones organizadas en noches de luna llena. En mi segunda visita a la aldea de refugiados kayan en Tailandia, una mujer realizó la operación delante de mí.
Según viejos documentales sobre la región, en el procedimiento se emplea una reacción química que en teoría se guarda con mucho celo. Sin embargo, vi cómo le quitaban un collar a una chica y está claro que se consigue ensanchando a la fuerza el aro hasta lograr sacarlo hacia arriba por la cabeza. Durante toda la operación la chica no dejó de tocarse el cuello, señal de que sentía molestias, mientras se cubría la parte desnuda con una toalla.
A continuación, la anciana hizo una hoguera y colocó el collar sobre el fuego. Al ponerse al rojo vivo perdió la forma de muelle. A la mañana siguiente se limpiaron los aros y se frotaron primero con un pasta y después con limones. Acto seguido, lo colocaron sobre la cabeza de la niña y estuvieron doblándolo lentamente durante una hora hasta que fue adquiriendo su forma original. Sólo hizo falta emplear la fuerza para acomodar el extremo.
El último aro lo colocaron golpeándolo ligeramente con la parte sin filo de un largo cuchillo. Por último, ajustaron el collar plano, que va sobre los hombros, seguido de otro que insertaron por detrás del cuello como se mete una llave en un llavero, de modo que quedó en ángulo recto en relación a los demás aros.
En otra ocasión vi a las mujeres limpiando los collares y los brazaletes. Sentadas en el cauce del río, se echaban agua entre el cuello y los collares. Luego enjabonaban los aros y les sacaban brillo frotándolos con manojos de hierba.
Era evidente que la chica a la que le habían quitado los collares padecía alguna enfermedad. Tenía grandes bultos en el cuello, aunque no parecían infectados.
La mayoría de las mujeres se recogen el cabello en un moño con una larga aguja de metal y de vez en cuando la introducen entre los collares para rascarse.
Monseñor Gabbiato afirma que a los hombres kayan probablemente no les molesta que sus mujeres lleven tantos collares, porque sin duda les resta movilidad y las obliga a permanecer más tiempo dentro de casa.
Ambos sacerdotes me confirmaron que las ancianas correrían peligro de asfixia si les retiraran los collares, ya que los músculos del cuello quedan tan atrofiados que no pueden mantener la cabeza erguida. No obstante, no conocían la historia del marido que mató a su mujer adúltera quitándole los collares para que muriera asfixiada.
En cualquier caso, los kayan castigan el adulterio con la muerte. Presencié la ejecución de un hombre casado, que fue ajusticiado por el Ejército karenni, por haber seducido a una chica de 14 años. El secretario general del Frente Nacional Progresista Karenni me informó de que el veredicto había sido emitido por el consejo de ancianos.
Otra tribu karenni suele enterrar a la pareja de adúlteros hasta el cuello y golpearlos hasta la muerte.



Aislamiento. Es posible que los kayan, conscientes de que el principal objetivo de los sacerdotes es la cristianización del estado de Kayah, los hayan mantenido al margen de sus ritos más espantosos.
La mayor parte de los soldados karenni exhibe crucifijos colgados del cuello. Antes que ser budistas, como sus enemigos los bárbaros birmanos, prefieren ser cristianos.
Los sacerdotes me confirmaron que está desapareciendo la costumbre de llevar los collares. El bronce, el material de que están fabricados, escasea y es cada vez más caro. Es posible que ello se deba a la política no oficial del Gobierno birmano de birmanizar a las tribus de las montañas. Por consiguiente, intentan impedir que obtengan los artículos y los materiales necesarios para continuar con sus ritos y costumbres.
Durante mi primera visita al campamento tuve oportunidad de presenciar un nacimiento. Es decir, me permitieron sentarme en la valla que rodeaba la casa donde se iba a producir el alumbramiento.
Después del parto, pasé al interior de la casa, donde la partera me mostró al recién nacido cubierto con toallas. La madre estaba tumbada de costado, con la cabeza apoyada en una dura almohada, aparentemente en la posición en la que suelen dormir las mujeres kayan.
A su lado había una olla grande en cuyo interior se calentaban al fuego varias piedras del tamaño de un puño. Me explicaron que las piedras se envolvían en toallas y se colocaban en el vientre de la mujer para ayudarle a recuperar su antigua forma.
En Tailandia las tribus viven de los ingresos del turismo, pero en el estado de Kayan cultivan arroz, tabaco y semillas de sésamo. Además, tienen bueyes y un pequeño número de gallinas y cerdos. Las mujeres realizan gran parte de las labores del campo, así como todo el trabajo de la casa. Los hombres se dedican a los cultivos y, cuando se les permite, salen a cazar con sus rudimentarios rifles.
Señores de la guerra. Muchos de los jóvenes kayan han ingresado en el Frente Nacional Progresista Karenni y forman parte del ejército guerrillero que lucha contra el gobierno central de Myanmar. Los karennis constituyen uno de los grupos insurgentes de menor tamaño. Luchan a la sombra de las fuerzas de los karen, que cuentan con unos 6.000 efectivos, y de los shann, que suman 8.000 hombres al mando de Kun Sa, el rey del opio que controla la mayoría del llamado Triángulo dorado.
Los karenni cuentan con su propio gobierno en el exilio, en Tailandia, y llevan a cabo sus operaciones militares empleando tácticas de guerra de guerrillas. Realizan ataques breves y emprenden la retirada, y siembran los caminos con minas terrestres chinas y trampas de fabricación casera que se activan mediante alambres.
En términos generales, es una estrategia efectiva, que afecta enormemente a la moral de los birmanos, quienes casi nunca logran identificar al enemigo.
En marzo de 1989 acompañé a los karenni durante la operación para retomar la aldea Yaung Wei Yai, donde se realizan actividades de mercado negro. El primer paso fue limpiar de minas antipersonas la carretera principal que da acceso a la aldea. Los karenni realizaron esta tarea con facilidad, ya que los birmanos emplean las minas chinas menos sofisticadas.
Al avanzar sobre la aldea, los rebeldes me mostraron con gran satisfacción los restos de un pie destrozado por una mina, con el talón intacto, que un médico birmano había amputado a la altura del tobillo.
Los karenni quemaron la aldea antes de la llegada de un batallón de infantería birmano. No querían que el enemigo aprovechara las endebles construcciones de bambú y sabían que, de todos modos, los birmanos las quemarían al retirarse.
Los insurgentes emplean tácticas de guerra psicológica, pero lo mismo hacen lo birmanos. Cada vez que organizan una ofensiva contra una zona controlada por la guerrilla reúnen un gran número de montañeses (capturaron entre 400 y 500 en la ofensiva de 1990) con edades comprendidas entre los 16 y 60 años, para emplearlos como porteadores.
Los soldados obligan a los porteadores a marchar al frente para detonar las minas terrestres. Por lo general, el Ejército de Myanmar usa como porteadores a hombres de las mismas tribus contra las que lanzan las ofensivas. Por tanto, los karenni saben que muchas de sus minas acabarán matando o mutilando a su propia gente. El pie destrozado que me mostraron tenía trozos de lona de una bota militar, prueba de que la víctima había sido un soldado, no un porteador.
También cada cierto tiempo los karenni logran hacer blanco con sus morteros caseros en posiciones del Ejército birmano. Sin embargo, dada la escasez de proyectiles, ocurre con muy poca frecuencia, y las bajas por causa de combates directos son mínimas.
Este tipo de guerra se ha prolongado durante más de 40 años, y no parece que ninguno de los bandos logre imponerse definitivamente sobre el otro.
Las mujeres kayan tienen poco que decir en esta sociedad dominada por los hombres. Soportan las penurias que suponen la presencia birmana en sus aldeas, siguen a sus hombres hacia el exilio en Tailandia y contribuyen a la causa posando para los turistas.
Mientras, muchas de las tribus de las montañas, incluidos los kayan, van renunciando poco a poco a sus antiguas tradiciones y costumbres para poder hacer frente a las privaciones y a la lucha que tienen por delante.



https://www.youtube.com/watch?v=V9QWCEqpRlg
https://www.youtube.com/watch?v=sABhYvRFmKs



lunes, 1 de junio de 2015

ISLAS GALAPAGOS




FAUNA Y FLORA


FLORA...

Las conclusiones científicas concuerdan en que la flora de las Islas Galápagos empezó así:
1. Con esporas y semillas llevadas por los vientos y "retenidas" casualmente por las nuevas islas en el medio del mar.
2. Con semillas adheridas a las patas y/o plumaje de aves migratorias.  Otra opción es que internamente, se dio su transporte en el tracto digestivo.
3. Con balsas flotantes de vegetación llevadas por ríos hasta llegar al mar y tomar contacto con las corrientes marinas.
Ocurrió antes, ocurre ahora y seguirá ocurriendo.  Sin embargo, no todas las semillas se pueden fusionar con el terreno rocoso. En efecto, sólo aquellas plantas con necesidades simples de germinación se podrán adaptar a este inhóspito ambiente, en donde la supervivencia es la regla de cada día.
Desde la costa hacia las zonas altas, en Galápagos se han definido cinco zonas de vegetación:
  1. Costera. Las costas son ambiente salino, y así las plantas que aquí habitan poseen características fisiológicas que les permiten sobrevivir condiciones hipersalinas.  Como representantes clásicos tenemos el Mangle Rojo y sus espectaculares raíces aéreas, el Monte Salado y la Gloria de la Mañana.
  2. Arida. El territorio de los Cactus! Los grandes y famosos cactus Opuntia (las tunas) habitan esta zona como dominadores del terreno, y proveen de alimento a vertebrados como tortugas e iguanas terrestres. Los elegantes cactus Candelabra, pertenecientes al género Jasminocereus, complementan a las lavas más nuevas que albergan al cactus de lava (género Brachycereus. Otro clásico representante de la zona de mayor endemismo en las islas, es el Palo Santo.  Plantas deciduas y anuales de esta zona le cambian el paisaje a Galápagos al llegar los cambios climáticos. Quién esperaba ver un desierto tropical!
  3. Húmeda. Epífitas como orquídeas, musgos, helechos y líquenes habitan esta zona de constante humedad (muy parecido a un bosque nuboso), y así decoran naturalmente a los pocos árboles y arbustos.  Entre los representantes principales está el grupo de plantas del género Scalesia (la contraparte floral evolutiva de los Pinzones de Darwin), Uña de Gato, Tournefortias, entre otras. No mucho se dice de la zona alta de Galápagos, y en realidad es aquí en donde encontramos un micro clima muy interesante que con el tiempo ha dado suficiente aislamiento de la zona árida.
  4.  Miconia. Particularmente observada en San Cristóbal y Santa Cruz.  Esta zona posee a su mayor representante, la Miconia, la cual requiere altos niveles de humedad para su supervivencia.
  5. Pampa. En las islas habitadas, esta es tierra muy productiva dedicada a actividades agrícolas. Sorpresivamente, la temperatura no sube mucho, y abundan las hierbas y pastos, dando inclusive oportunidad de crianza de ganado.



FAUNA...

 La Tortuga Marina (Cheloniidae): es increíble ver a este gracioso animal mientras buceas. La tortuga marina verde del Pacífico es la única tortuga marina residente de las Galápagos, y desova entre los meses de diciembre a junio. Durante estos meses es posible enrolarse como voluntario en el Centro de Investigación Charles Darwin para trabajar contando los nidos y marcando los huevos –una excelente manera de vivir una experiencia práctica en las islas.

Iguanas Marina (Iguanidae): Te aseguramos que te toparás con estas criaturas tan pronto como llegues a las Galápagos. Este es el único lagarto en el mundo que vive en el océano, y tres de las especies que verás en las islas son endémicas. Verlas durante el apareamiento es grandioso, pues su piel negra se vuelve rojo brillante cuando las iguanas quieren atraer a los machos. 
Iguanas de Tierra (Iguanidae): También endémicas de las islas, estas coloridas criaturas son igualmente espectaculares. A las iguanas de tierra les encanta el cactus espinoso, y se paran sobre sus patas traseras para alcanzar la flor. Tienen una lengua áspera y resistente, por lo que no necesitan sacar las espinas al cactus antes de comerlo. 

Lagartos de la Lava (Iguanidae): No tan brillantes, pero igual de interesantes, estos lagartos endémicos se encuentran prácticamente por todas partes en las islas. Algunas veces pueden estar salpicadas de anaranjados o rojos decorando su mandíbula, y parece que hicieran flexiones cuando tratan de cortejar a una hembra. Existen siete especies en las islas.
Es imposible dejar las islas sin haberse convertido en un observador de aves. Las islas Galápagos son famosas por la gran cantidad de aves y su evolución

El Cormoran (Phalacrocoracidae): Aquí encontrarás el único cormorán en el mundo que no vuela. A través de los años evolucionó convirtiéndose en un gran nadador y perdiendo su capacidad para volar. Podrás ver esta ave en el lado oeste de Isabela, el tiempo y el viaje valdrán la pena cuando veas a este sorprendente torpedo en el agua. 

Pingüinos (Spheniscidae): Este es el único pingüino de las aguas ecuatoriales (aguas cálidas), y también el que habita más al Norte, ya que el resto se encuentran en el hemisferio Sur. Las mayores concentraciones de pingüinos se encuentran en las islas Isabela y Fernandina, pero si tienes suerte podrías alcanzar a ver una colonia pequeña en Bartolomé.
Albatros de las Galapagos (Diamedeidae): éste es un residente de las Galápagos; si vienes a las islas entre abril y diciembre lo podrás ver en Santa Cruz. Es absolutamente gracioso en el aire, y puede estar en el mar durante meses e incluso años sin tocar tierra. Pero su manera de despegar y aterrizar resulta cómica, pues los pájaros se forman en una línea como aviones en el aeropuerto esperando indicaciones de la torre de control. El cortejo de estas aves también es único; vale la pena viajar a las Galápagos en octubre, cuando esto generalmente ocurre. 
Piqueros (Sulidae): de patas azules, de paras rojas y enmascarados, los piqueros se encuentran en la mayoría de las islas del archipiélago, siendo los de patas azules y los enmascarados los más comunes. Estos increíbles buzos se sumergen a profundidades de 8 metros para atrapar sus presas. Uno de nuestros recuerdos favoritos de las Galápagos sucedió mientras buceábamos con esnórkel, cuando un piquero se sumergió en el agua a menos de tres metros de nosotros para atrapar un pez. Son coloridos, interesantes y divertidos de observar (especialmente durante el cortejo).
Las Fragatas (Fregatidae): A estos sinvergüenzas no les gusta mucho pescar, mejor prefieren distraer a los piqueros y otras aves para robarse su caza. Durante el cortejo resultan aún más espectaculares: el macho infla una capa de piel roja debajo del pico y parece un gran globo rojo con impresionante colorido. 

Los famosos pinzones (Fringillidae): Qué sería de las Galápagos sin los pinzones de Darwin? Mantén los ojos abiertos, pues se encuentran por todas partes y hasta pueden comer directamente de tu mano. Existen 13 especies endémicas, diferenciadas por su tamaño y la forma del pico. Una actividad divertida es tratar de distinguirlos e identificarlos ¡pero no es fácil!
Otras aves que se pueden mirar son los papamoscas, las golondrinas, las gaviotas, las golondrinas de mar, los ostreros, los halcones, los flamingos, los pelícanos, las garzas, otras aves tropicales...
Para los observadores de aves más dedicados, recomendamos The Collins Field Guide to the Birds of the Galápagos (Guía de Campo Collins de las aves de las Galápagos) escrita por Michael Harris et al., o A Guide to the Birds of the Galápagos Islands (Guía de las Aves de las Islas Galápagos) de Castro y Antonia Phillips. 

Mamiferos Entre los mamíferos de las islas Galápagos se cuentan dos especies de murciélago, dos especies endémicas de ratas, y sus mamíferos más famosos: el león marino y la foca de pelo de las Galápagos. No te cansarás nunca de ver estas juguetonas y hermosas criaturas nadando en el agua y balanceándose sobre la tierra. Pero asegúrate de no tocar a las crías, ya que las madres los reconocen por el olor, y el bronceador, el desodorante o los olores humanos pueden camuflar la esencia y dejar a las criaturas sin la protección de su madre.

Bajo el mar hay un rico mundo con peces tropicales, corales, tiburones, anguilas, rayas, delfines y más.


 
 

UN POQUITO DE LAS ISLAS GALAPAGOS

Las islas galápagos, ubicadas en el océano Pacífico, a 1000 K. al oeste de la costa ecuatoriana, se supone que la formación de la primera isla tuvo lugar hace más de 5 millones de años, como resultado de la actividad tectónica. Las islas más recientes, llamadas Isabela y Fernandina, están todavía en proceso de formación, habiéndose registrado la erupción volcánica más reciente en 2009.  Las islas Galápagos son famosas por sus numerosas especies endémicas y por los estudios de Charles Darwin que le llevaron a establecer su Teoría de la Evolución por la selección natural.


En julio de 1835, Charles Darwin escribía desde Lima a su primo Fox: “Tengo más interés por las islas Galápagos que por ninguna otra parte del viaje”. Se diría que intuía ya la significación decisiva que para él iba a tener esa visita, en principio sólo planteada como una etapa más de su vuelta al mundo a bordo del Beagle.


Ubicada a 1.000 km. al oeste de la costa ecuatoriana se encuentran las Islas Galápagos o el Archipiélago de Colón, compuesto por 13 islas y 17 islotes, que tienen un gran valor científico debido a su extraordinaria flora y fauna única en el mundo. Las Islas Galápagos son Patrimonio Natural de la Humanidad.


Trescientos años antes, distintos eran los intereses y las preocupaciones que sintió otro personaje, decisivo también, aunque de otra manera, para la historia de las Galápagos. Nos referimos a Tomás de Berlanga (imagen abajo), obispo de Panamá, quien el 23 de febrero de 1535 zarpaba del puerto de dicha ciudad con dirección al Perú, enviado por el rey de España para zanjar los pleitos surgidos entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro.
El buque se dirigía hacia el sur siguiendo la costa, cuando, inesperadamente, a los ocho días de viaje, se produjo una calma absoluta y la nave quedó flotando en una total inmovilidad. Pronto los tripulantes tuvieron la sensación de ser arrastrados por una corriente hacia el interior del océano y vieron, con angustia, que los perfiles de la costa se desdibujaban hasta desaparecer por completo.
Sus negros presentimientos parecieron confirmarse en los días siguientes, cuando el agua y los alimentos empezaron a escasear; pero el 10 de marzo volvieron a vislumbrar un horizonte de tierra firme, hecho fortuito que había de convertirlos en involuntarios descubridores de las Islas Galápagos.